Nuestros pasos comienzan junto a los muros y espadaña del Museo Diocesano Regina Coeli
siguiendo la Calle de Juan Infante hasta la Casa de Los Villa
por un suelo totalmente empedrado y el agradable frescor sombrío de sus edificaciones.
Soleados balcones de madera y escudos en fachada
nos van acercando hasta el Parador de Gil Blas,
las Casas del Águila y La Parra,
la Torre de Don Borja
y el Ayuntamiento de Santillana del Mar, conformando todos ellos la poderosa monumentalidad de su Plaza Mayor.
La Calle de los Hornos va ganando altura y abandona el pueblo
entre un flamante y lozano paisaje de verdes praderías
en las que podemos encontrar las primeras zarzamoras de la temporada.
Hemos dejado atrás el camping y cruzado la carretera CA-137 en dirección al pequeño Barrio de Arroyo, con vistas a numerosos caseríos
donde una relajada ganadería caballar sestea y se alimenta con enorme tranquilidad,
así como varios rebaños de ovejas devoran cantidades ingentes de hierbas y pajas.
La sinuosa y estrecha carretera asfaltada nos conduce
por un pintoresco tejido de praderas y maizales
que nos obliga a ejercer de campesinos y ganaderos
antes de entrar en el pequeño núcleo de Arroyo a 2 kms de Santillana.
Conserva y mantiene varias casas de modelo tradicional del norte
con piedra, teja y madera que resaltan su maravilloso ámbito rural
asomando entre poderosos contraluces la pequeña y mágica espadaña de la ermita de la Virgen del Terrero.
Un fuerte repecho de la pista nos hace jadear y resoplar a su paso por El Portillo
ofreciéndonos inconmensurables vistas de las primeras nieves caídas en Picos de Europa
y la cegadora luz que desprende el Cantábrico.
En la estupenda bajada hacia el mar levantamos la cabeza para contemplar un hermoso escenario
mientras vamos aspirando y empapándonos de la suave brisa
que recorre y atraviesa esta singular y extraordinaria línea costera.
Nos desviamos hacia la izquierda por una vereda vallada a ambos lados
que nos separa del "dueño y señor" de estos prados
que cuida y custodia a su numerosa familia.
Aparece ante nuestros ojos la asombrosa Ensenada de Calderón, puerto que fue utilizado antigüamente por los romanos para bajar hasta sus barcos el mineral de sus explotaciones cercanas.
Tras firmar nuestro paso por este delicioso entorno
y con las vistas de la montaña sobre Torriente,
volvemos sobre nuestros pasos y seguimos la línea de costa hacia el este,
disfrutando del enternecedor paisaje marino.
Momentos de asueto y descanso para ingerir un suave almuerzo y tomar energías para el resto del camino.
Reanudamos la marcha por esta preciosa senda litoral sintiendo un cobijo, casi hogareño,
el que nos dan estas tersas y verdes colinas
y estos rocosos acantilados que surgen del mar.
Costa infinita, eterna, inagotable, mezclada de verdes y azules
que seguimos persiguiendo sin descanso
para apreciar y examinar su estimulante perímetro
y atrapar la estupenda escenografía "volcánica" que forma
la excelente y arrebatadora Cala de Uzapera en la Ensenada de la Jarosa.
Iniciamos una pequeña subida entre campos de maíz
y pequeñas fincas de estramonio, utilizado tradicionalmente como anestésico, para tratar el asma y la epilepsia.
Refugiados entre este verde pulmón
vamos ascendiendo hasta el paraje Tresvalle donde se asoma el perfil aserrado de la Cordillera Cantábrica
para seguir bajando por un camino junto a La Garita
en el que se divisa el Paredón de San Telmo
y aterriza en la bella y atractiva Playa de Santa Justa.
Salimos entre los poderosos ecos de un mar hambriento de calma
para ir rodeando las laderas del Monte Higuero
contemplando con una placentera sorpresa
los colosales acantilados de la Cueva de las Palomas,
surgiendo un aliento dulce y cálido de la brisa marina
que no diluye el hechizado, mágico y rotundo paisaje de mar y montaña.
Con las vistas de la Ermita de Santa Justa incrustada en la roca, regresamos con dirección al pueblo de Ubiarco
y con vacas entre las nubes (espero que no nos haya hecho efecto el estramonio),
tocamos tierra con emotivas y conmovedoras postales.
Sacudimos la pereza recuperando el paso por la carretera CA-351 que nos llevará hasta Ubiarco, entre una delicada brisa que orea la colada
y acaricia los muros de la Iglesia de San Juan Bautista,
rodeada por enormes casonas de piedra
con arquitecturas interesantes y provocativas.
El carácter natural de esta población combina y reúne los aromas y colores de acebos y hortensias
para enredarse entre la luminosidad de las demás flores y plantas que destacan por sus bellas tonalidades.
Partimos de Ubiarco por el asfalto de la carretera hasta una gran curva
donde tomamos un camino a nuestra izquierda,
ascendiendo por un vetusto camino de carros entre castaños y robles
que deja a nuestras espaldas imágenes de mar y de praderías.
El camino encharcado de las últimas lluvias cruza por diferentes invernales de El Cuco
que sigue itinerante entre helechos y eucaliptos
y nos va fascinando con sus sensibles matices
y sus futuros y apetitosos productos alimenticios.
Desde la parte mas alta admiramos los estupendos horizontes que se llenan de seles ganaderos bajo las cumbres de Picos de Europa,
respirando una agradable sensación de tranquilidad y armonía,
tan solo rota por la confusión y el desconcierto del ganado cuyo instinto las acercó hasta nosotros para que las diéramos de comer.
Con los cielos enmarañados con nubes altas
entramos por las calles de Santillana hacia la Plaza de las Arenas,
junto al Palacio de los Velarde
y las preciosas fachadas de las casas de alrededor.
Piedras, escudos y balcones nos lanzan hasta
la portada de la soberbia y excelente Iglesia románica
y Colegiata de Santa Justa del siglo XI,
terminando nuestra ruta entre el singular e increíble casco histórico de Santillana del Mar.
Tras la comida en el Restaurante Las Sopeñas en el Barrio de Caborredondo, magnífico y gratificante baño en la Playa de Santa Justa,
tras haber disfrutado y sentido todas las emociones e inquietudes que depara el viaje por este "Mar de Santillana".
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes.
siguiendo la Calle de Juan Infante hasta la Casa de Los Villa
por un suelo totalmente empedrado y el agradable frescor sombrío de sus edificaciones.
Soleados balcones de madera y escudos en fachada
nos van acercando hasta el Parador de Gil Blas,
las Casas del Águila y La Parra,
la Torre de Don Borja
y el Ayuntamiento de Santillana del Mar, conformando todos ellos la poderosa monumentalidad de su Plaza Mayor.
La Calle de los Hornos va ganando altura y abandona el pueblo
entre un flamante y lozano paisaje de verdes praderías
en las que podemos encontrar las primeras zarzamoras de la temporada.
Hemos dejado atrás el camping y cruzado la carretera CA-137 en dirección al pequeño Barrio de Arroyo, con vistas a numerosos caseríos
donde una relajada ganadería caballar sestea y se alimenta con enorme tranquilidad,
así como varios rebaños de ovejas devoran cantidades ingentes de hierbas y pajas.
La sinuosa y estrecha carretera asfaltada nos conduce
por un pintoresco tejido de praderas y maizales
que nos obliga a ejercer de campesinos y ganaderos
antes de entrar en el pequeño núcleo de Arroyo a 2 kms de Santillana.
Conserva y mantiene varias casas de modelo tradicional del norte
con piedra, teja y madera que resaltan su maravilloso ámbito rural
asomando entre poderosos contraluces la pequeña y mágica espadaña de la ermita de la Virgen del Terrero.
Un fuerte repecho de la pista nos hace jadear y resoplar a su paso por El Portillo
ofreciéndonos inconmensurables vistas de las primeras nieves caídas en Picos de Europa
y la cegadora luz que desprende el Cantábrico.
En la estupenda bajada hacia el mar levantamos la cabeza para contemplar un hermoso escenario
mientras vamos aspirando y empapándonos de la suave brisa
que recorre y atraviesa esta singular y extraordinaria línea costera.
Nos desviamos hacia la izquierda por una vereda vallada a ambos lados
que nos separa del "dueño y señor" de estos prados
que cuida y custodia a su numerosa familia.
Aparece ante nuestros ojos la asombrosa Ensenada de Calderón, puerto que fue utilizado antigüamente por los romanos para bajar hasta sus barcos el mineral de sus explotaciones cercanas.
Tras firmar nuestro paso por este delicioso entorno
y con las vistas de la montaña sobre Torriente,
volvemos sobre nuestros pasos y seguimos la línea de costa hacia el este,
disfrutando del enternecedor paisaje marino.
Momentos de asueto y descanso para ingerir un suave almuerzo y tomar energías para el resto del camino.
Reanudamos la marcha por esta preciosa senda litoral sintiendo un cobijo, casi hogareño,
el que nos dan estas tersas y verdes colinas
y estos rocosos acantilados que surgen del mar.
Costa infinita, eterna, inagotable, mezclada de verdes y azules
que seguimos persiguiendo sin descanso
para apreciar y examinar su estimulante perímetro
y atrapar la estupenda escenografía "volcánica" que forma
la excelente y arrebatadora Cala de Uzapera en la Ensenada de la Jarosa.
Iniciamos una pequeña subida entre campos de maíz
y pequeñas fincas de estramonio, utilizado tradicionalmente como anestésico, para tratar el asma y la epilepsia.
Refugiados entre este verde pulmón
vamos ascendiendo hasta el paraje Tresvalle donde se asoma el perfil aserrado de la Cordillera Cantábrica
para seguir bajando por un camino junto a La Garita
en el que se divisa el Paredón de San Telmo
y aterriza en la bella y atractiva Playa de Santa Justa.
Salimos entre los poderosos ecos de un mar hambriento de calma
para ir rodeando las laderas del Monte Higuero
contemplando con una placentera sorpresa
los colosales acantilados de la Cueva de las Palomas,
surgiendo un aliento dulce y cálido de la brisa marina
que no diluye el hechizado, mágico y rotundo paisaje de mar y montaña.
Con las vistas de la Ermita de Santa Justa incrustada en la roca, regresamos con dirección al pueblo de Ubiarco
y con vacas entre las nubes (espero que no nos haya hecho efecto el estramonio),
tocamos tierra con emotivas y conmovedoras postales.
Sacudimos la pereza recuperando el paso por la carretera CA-351 que nos llevará hasta Ubiarco, entre una delicada brisa que orea la colada
y acaricia los muros de la Iglesia de San Juan Bautista,
rodeada por enormes casonas de piedra
con arquitecturas interesantes y provocativas.
El carácter natural de esta población combina y reúne los aromas y colores de acebos y hortensias
para enredarse entre la luminosidad de las demás flores y plantas que destacan por sus bellas tonalidades.
Partimos de Ubiarco por el asfalto de la carretera hasta una gran curva
donde tomamos un camino a nuestra izquierda,
ascendiendo por un vetusto camino de carros entre castaños y robles
que deja a nuestras espaldas imágenes de mar y de praderías.
El camino encharcado de las últimas lluvias cruza por diferentes invernales de El Cuco
que sigue itinerante entre helechos y eucaliptos
y nos va fascinando con sus sensibles matices
y sus futuros y apetitosos productos alimenticios.
Desde la parte mas alta admiramos los estupendos horizontes que se llenan de seles ganaderos bajo las cumbres de Picos de Europa,
respirando una agradable sensación de tranquilidad y armonía,
tan solo rota por la confusión y el desconcierto del ganado cuyo instinto las acercó hasta nosotros para que las diéramos de comer.
Con los cielos enmarañados con nubes altas
entramos por las calles de Santillana hacia la Plaza de las Arenas,
junto al Palacio de los Velarde
y las preciosas fachadas de las casas de alrededor.
Piedras, escudos y balcones nos lanzan hasta
la portada de la soberbia y excelente Iglesia románica
y Colegiata de Santa Justa del siglo XI,
terminando nuestra ruta entre el singular e increíble casco histórico de Santillana del Mar.
Tras la comida en el Restaurante Las Sopeñas en el Barrio de Caborredondo, magnífico y gratificante baño en la Playa de Santa Justa,
tras haber disfrutado y sentido todas las emociones e inquietudes que depara el viaje por este "Mar de Santillana".
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes.
Galería Fotográfica: MAR DE SANTILLANA y también en facebook: MAR DE SANTILLANA
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