domingo, 10 de diciembre de 2023

RISCA DEL RÍO MOROS

Desde la localidad segoviana de Valdeprados hasta la pequeña aldea deshabitada de Guijasalbas existe un delicioso itinerario que pasa por la abrupta Risca del río Moros, un paraje de gran diversidad biológica y de un amplio patrimonio geológico.  Es día 19 de noviembre de 2023 y éste nuestro relato del lugar. Comenzamos 👇👇

La Iglesia Parroquial de Santa Eulalia de Mérida en la localidad de Valdeprados constituye el
principio de nuestros pasos y en el cercano edificio del Ayuntamiento dedicaremos unos minutos
para memorizar todos los datos y reseñas referentes al paseo que vamos a recorrer 👇👇👇

Entre su bonita arquitectura popular sobresalen varias figuras del escultor catalán Luis Sanguino
al que pertenece la Fortaleza-Torreón del siglo XV conocido popularmente como Torre de los Condes de Puñonrostro,
saliendo del pueblo por el oeste para tomar el Camino de las Minas, que desciende asfaltado
hasta el parque infantil donde se halla una magnífica fuente abovedada con un pequeño pilón
y desde donde se puede otear, entre prados ganaderos, los sinuosos Cerros de los Colocos.
Dicho Camino de las Minas deja a nuestra derecha la explotación ganadera de Navas Otero,
tomando la Vereda de Vegas de Matute que discurre y transita paralelo al Arroyo del Quejigal,
imponiendo una gradual sensación de armonía y la premonición del paisaje que nos espera.
Seguimos acompañados del suave murmullo del arroyo, de su delicada disparidad luminosa,
ofreciendo sus brillantes contraluces para incitarnos y seducirnos con su cálido aliento otoñal. 
Entre sus exuberantes riberas aparecen un simpático corcel que saluda nuestro avance y los
preciosos matices y tonalidades con los que se viste y engalana esta hermosa etapa del año.
Tras recorrer aproximadamente un kilómetro por este frondoso y agradable bulevar, llegamos 
hasta las inmediaciones y entorno del puente de cinco ojos que salva el cauce del río Moros 
y que sin cruzarle podremos disfrutar y regocijarnos entre la densa vegetación de sus márgenes.
Atravesamos un paso metálico para personas, abandonando la preciosa estampa del pontón
para tomar un sendero junto a un alargado y grisáceo escarpe rocoso en el que los susurros
del río nos irán acompañando con sus notables melodías y su inquieta y bulliciosa corriente.
Asentamos todas nuestras miradas en la maravillosa perspectiva que ha labrado el río Moros,
despojando la esencia y el carácter de un paisaje cuya impresión nos fascina y nos enamora 
para seguir sintiendo ese instante en el que se fija la mirada para que nunca pudiera ser modificada.
Las sombras de otros tiempos enlazan la leyenda del Puente de los Enamorados, en el que
dos jóvenes, Rodrigo y Guiomar, murieron abrazados entre una gran tristeza y un enorme desconsuelo en las inmediaciones del lugar.
La realidad nos despierta frente a una empinada escalinata de piedra perforada y horadada 
en plena roca con un pasamanos metálico que nos ayudará a ascender y a remontar hasta 
el cercano banco de madera donde se empieza a ver y a intuir el abrupto Cañón de la Risca.
Nos encontramos ante un paraje con gigantescos paredones rocosos que emergen desde el
fondo del río, creando una impresionante incisión que nos dejará maravillados y sin palabras.
Ahora dirigimos nuestros pasos por una estrecha senda con aromas de encinas y carrascos,
totalmente parapetados por un prolongado vallado de piedras que logra alcanzar en pocos metros
el espectacular y espléndido Mirador de la Risca, un encantador balcón colgado sobre el río.
Protegido por la Red Natura 2000 e incluido en el Inventario Español de Lugares de Interés Geológico,
este vertical y angosto cañón fluvial labrado por el río Moros se encajona por una escabrosa
y accidentada garganta en el que sus furiosas y frenéticas aguas atraviesan un formidable y
suntuoso desfiladero que sobrepasa los cuarenta metros de alto, los cuatrocientos metros de 
longitud y llega a tener poco mas de tres metros de anchura en el fondo del cañón, por lo que
se podría considerar un auténtico barranco sino fuera porque el caudal del río impide recorrerlo longitudinalmente.
Una vez observada la profunda fractura metamórfica, abandonamos esta excepcional atalaya
continuando por una senda rocosa que se eleva entre encinas y que discurre hacia el oeste  
por el borde del cañón, quedando a nuestra espalda las suaves colinas de la Sierra del Quintanar.
Nuestra referencia está marcada por la trocha que sigue por un estirado vallado de piedras 
en el que irán apareciendo de forma alternativa sombríos "corrillos" seteros a nuestros pies
mientras inhalamos las placenteras fragancias de algunas bellotas que cuelgan en el encinar.
Los suaves y uniformes farallones occidentales del Canto del Gallego nos van a escoltar en
nuestro tranquilo descenso por la vega del río hasta casi alcanzar el mismo nivel de sus aguas,
encontrando los restos y galerías de una antigüa mina dedicada a la extracción de cantos y areniscas.
Siempre es interesante volver la mirada hacia la escultural escenografía que dejamos atrás,
prosiguiendo la andadura entre el blando tapiz de las hojas que tamizan, como si de una alfombra
se tratase, las márgenes y orillas que se asoman a la diligente y apresurada corriente del río.
A lo largo de la senda hemos disfrutado de un bello encinar, sumergiéndonos ahora entre un
bosque de galería en el que podremos ver algún martín pescador y escuchar el silbido del milano real.
Una vieja cacera toma las riendas hasta el caz y cubo de presión del Molino del Tío Jacinto,
envuelto en el aliento de desamparo que respiran esos sitios a los que nos gustan las ruinas. 
La serenidad de este melancólico rincón contrasta con la actividad vivida en tiempos pasados
quedando entre sus ruinosas paredes las pruebas y evidencias de su vieja y decrépita maquinaria,
mientras multitud de zarzas, musgos y líquenes contribuirán a componer las ruinas y decadencia que imperan en este lugar.
Tras imaginar el intenso ambiente del molino, volvemos a la tranquilidad, la quietud y el silencio,
pudiendo pararnos a soñar, entre añoranzas y recuerdos, los tiempos vividos hasta el cese y suspensión de su actividad.
Perseguimos la brillante estela del río Moros, cruzando los terrenos y la nave de una enorme
explotación ganadera a través del increíble lienzo inventado para este bello rincón segoviano.
La pedanía de Guijasalbas constituye un aprovechamiento ganadero de titularidad privada en
la que las ruinas de su Iglesia de San Martín representan el icono y la imagen que describen
la situación de este despoblado, completamente vallado y sin posibilidad de acceso a su interior.
Junto al Puente del Prado y sobre nuestras cabezas aparece la estupenda coral de matices 
que coronan el laberinto de instantáneas escondidas y veladas entre el arte de la naturaleza
y en las que se incorporan las auténticas reinas y soberanas de estos fantásticos pastizales.
Terminamos el paseo entre la luminosa vera del río Moros, muy cerca de la carretera N-110,
iniciando el regreso amparados en un gran entusiasmo y entre la grata temperatura del mediodía.
Deshacemos el camino con nuevas y relajantes perspectivas, entre un ritmo acomodado que 
nos va a permitir fijarnos en los detalles mas sobresalientes que pululan por estas praderías
y percatándonos de la solemnidad que atesoran las primeras estribaciones de la Sierra de Guadarrama.
Una vez atravesada la Risca y cruzado el Puente de los Enamorados, nos introducimos en la
maravillosa fronda fluvial que custodia este enigmático bosque de galería, escondiendo entre
su alameda esta culebra de escalera que impone su defensa y escapa rauda entre las hojas.
Los reflejos del puente brillan con ese aire que flota en el alegre y alborozado bullicio otoñal,
dando paso al Camino del Espinar, una senda paralela al Arroyo del Quejigar por el que se
extienden los Prados de los Cuarterones con varios vacunos tomando alimento y sesteando.
El camino nos conduce de vuelta a la localidad de Valdeprados, recalando en la Calle Nueva
con el testigo cariñoso del Potro de Herrar, que inmovilizó animales para su herrado, curas y vacunaciones.
Merece la pena darse un garbeo por el entramado urbanístico del pueblo, disfrutando de sus
calles y todos sus elementos decorativos y ornamentales para terminar en las inmediaciones
de la Plaza Mayor degustando una buena cerveza y una deliciosa tapa en el bar junto a la iglesia.
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes. 
Todas las fotos de la ruta en: RISCA DEL RÍO MOROS

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