El camino para llegar por carretera hasta Saldeana recorre la profunda intimidad del río Huebra,
cruzando el hermoso paraje donde se aposenta y duerme el inmenso y enorme Puente Resbala.
La Iglesia de Santiago Apóstol sale a nuestro encuentro con su ordenada sillería de granito,
encontrando junto a ella el osario, marcado con tres calaveras sobre el dintel de la entrada.
Una diversa y variada arquitectura rural combina grandes casonas solariegas con pequeños
edificios de piedra, algunos originalmente decorados con sencillos y discretos portones que
se complementan con peculiares y atractivas claraboyas y tragaluces, conformando una serie
de preciosos y encantadores rincones en los que rebosa un estilo único y una distinguida tradición.
Después de consultar y asesorarnos del completo itinerario por los ARRIBES DEL HUEBRA,
salimos por la Calle Nuestra Señora para ir siguiendo la señalización PR blanca y amarilla
hasta alcanzar el mampuesto de granito que cierra las paredes de los Corrales de la Cruz Grande.
Aunque el techo vegetal de estos corrales ha desaparecido por completo, aun podemos imaginar
un espacio estabulado que mantenía un continuo e incesante uso ganadero en el que se almacenaba
la paja y el grano, protegiendo la ganadería del ataque de parásitos y de las inclemencias del tiempo.
Tomamos el camino del Castro que serpentea entre pequeños vallados de piedra entre una
abrumadora calima y un abundante polvo del desierto que inyecta e irriga ocres tonalidades
a las pequeñas dehesas y prados en los que descansa y sestea la numerosa cabaña ganadera.Giramos a nuestra derecha para ir en busca de la vaguada por donde discurre el Arroyo Grande,
descubriendo la deliciosa frescura y el remanso de paz que se respira en la Fuente de los Molinos.
Hasta hace apenas 50 años era posible contemplar el funcionamiento de estos Molinos del Arroyo Grande,
unos ingenios hidráulicos destinados en su mayoría para moler el grano y fabricar harina,
mientras otros se utilizaban para batanar paños y accionar telares y producir diferentes prendas.
Sus rodeznos movieron enormes piedras "volanderas" que trituraban el cereal contra las "soleras",
instalando durante siglos la agradable música y el apacible ronroneo que se escuchaba en las riberas.
Ahora la tranquilidad se esparce y se disemina por este hermoso rincón que seguirá viendo
pasar las aguas de infinitos inviernos bajo el cobijo del bosque y las suaves melodías de algún despistado ruiseñor.
Abandonamos las tradiciones molineras y los evocadores y sugerentes aromas de la harina
para continuar el viaje junto a los acordes que va desgranando la corriente del Arroyo Grande,
dibujando bellos recovecos que nos infunden esa gran sensación de placidez y tranquilidad.
El sendero se cubre de una espesa vegetación dominada por incisivos y afilados carrascales
que van descubriendo las ruinas y vestigios del Molino del Tío Román, mostrando la cara y el
semblante mas desolador y abandonado de esta enigmática y misteriosa ribera de los molinos.
Pequeñas cascadas y saltos de agua son los encargados de romper y quebrar un silencio
que impera y domina en algunos remansos que ha formado el río, continuando la senda al
abrigo y resguardo de los típicos y tradicionales refugios de pastores, que aunque sin utilidad
práctica en la actualidad, sirvieron de cobijo y protección para animales y pastores de la zona.
Avanzamos entre los húmedos y coloridos matices de innumerables musgos y briófitas que
se asoman a la gran mole rocosa que vigila la desembocadura y desagüe del Arroyo Grande.
Sorteamos un pequeño descenso entre un montón de rocas para llegar al Mirador del Huebra
donde posamos ante un grandioso escenario predominado por un brutal universo granítico.
También llamado Mirador de la Monja y el Fraile, intentamos discernir sobre el perfil rocoso
quién es quién en esta agreste atalaya que despunta sobre el escarpado Cañón del Huebra.
Abandonamos este impresionante rincón para comenzar una pequeña subida y corto repecho
entre las bellas tonalidades que aun persisten ancladas y aferradas a estos jóvenes robles,
siguiendo sin dificultad las señales y las marcas que dirigen y coordinan este estupendo itinerario.
Nos tomamos nuestro tiempo para admirar los contornos redondeados del "ombligo de venus",
intentando sentir la potente frescura que desprenden estos organismos alojados en la roca
y fomentando un atractivo homenaje a estos seres que muy pocas veces son fotografiados.
Un rústico chozo pastoril nos confirma el punto mas elevado de esta trepidante aventura que
se asoma al dramático y aparatoso serpenteo que el río Huebra ha modelado a su antojo,
creando y engendrando un profundo desfiladero no apto para personas que sufran vértigo.
Tras bordear una zona con densa vegetación, salimos entre vallados y pavimentos de piedra,
siguiendo siempre la perfecta señalización que nos conducirá unos metros mas adelante
al encuentro del Mirador de las Arribes del Huebra o del Jorno bajo unas jóvenes encinas.Contemplamos asombrados el espectacular escenario que nos brinda y dedica el río Huebra
con un caótico e intrincado meandro encajonado entre los paredones verticales de la roca,
quedándonos atónitos y maravillados por el impresionante paisaje natural que nos suministra.
Unos metros mas adelante y entre extraordinarios matices invernales, un cartel nos informa
que a 240 metros podremos disfrutar de una estupenda zona denominada "Los Vasitos", un
antigüo edificio con fuente y lavaderos que ha sido rehabilitado y restaurado en memoria de
todas las mujeres que lavaron y aclararon en este bello paraje de la localidad de SALDEANA.Volvemos sobre nuestros pasos saboreando el rastro de una vieja arquitectura campestre,
subiendo decididamente hasta las inmediaciones donde se sitúa el Castro Vetón del Castillo.
Sus portentosas murallas protegieron allá por el año 500 a. C. a los pobladores del Castro
y su aparejo de mampostería de granito posee unos espesores que varían entre los 2,5 y 4 metros.
Además, su excelente emplazamiento y su distribución fortificada, utilizaba y aprovechaba
la orografía de los barrancos del Arroyo Grande y del Huebra a su alrededor, preocupándose
únicamente de defender la vertiente orientada al campo de piedras hincadas del exterior del recinto.
Como nota misteriosa, en dos sillares de la zona baja de la muralla, se encontraron grabadas dos esvásticas, una de ellas acompañada de un reticulado.
Cerramos la ruta circular entre la representación mas genuina de la vida rural y campesina
reflejada en la piedra y el granito de sus pequeñas y sencillas obras de ingeniería y sobretodo
la inmensa tranquilidad y serenidad que se respira en estos pastos y praderas salmantinas.
Dejamos atrás la parte arribeña para entrar a SALDEANA rodeados de la lozanía de sus eras,
mientras de reojo y con mucho sigilo somos acechados por la mirada de algún minino desconfiado.
Solamente nos queda un reposado y apacible paseo entre sus bellas edificaciones rurales
que se presentan de forma sorprendente a cada paso y que pone en valor una forma de vida
que utiliza todos los elementos decorativos a su alcance y todos los recursos naturales para
establecer un maravilloso legado patrimonial y fiel reflejo de la sufrida vida de estos pueblos.
El suave y armónico "tintineo" de las campanillas de este rebaño nos queda hipnotizados
tras haber disfrutado de la espectacular riqueza paisajística del Parque Natural de los Arribes.
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes.
ÁLBUM DE FOTOS: ARRIBES DEL HUEBRA
Sin duda una gran idea para planear una escapada. Nos ha encantado la propuesta. Un abrazo 😉.
ResponderEliminarEs un tranquilo y vertiginoso paseo junto a las abruptas tierras del Huebra. Muchas gracias, recibid un saludo cordial.
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