En la Plaza Mayor de la localidad de Almaraz de Duero se levanta la Iglesia del Salvador y su
Ayuntamiento, comenzando nuestros pasos en busca de la fuente románica del siglo XII entre
una atractiva y típica arquitectura popular de adobe fundamentalmente, piedra y mucha teja,
dejándonos curiosos detalles y discretas particularidades en las fachadas de sus viviendas y
edificaciones, diseñadas con humildad para las necesidades de sus habitantes y moradores.
Todos los datos del itinerario quedan de manifiesto en 👇👇👇, saliendo de la localidad por
Enseguida tomamos contacto con una largo camino de concentración que serpentea entre las
suaves ondulaciones del terreno, escuchando la música y melodía de alondras y escribanos.
En nuestro descenso hacia el río Duero nos acompaña el paisaje típico de la Tierra del Pan,
preciosa comarca zamorana vestida con coloridos campos de labranza y los primeros toques
escarpados que van dibujando el arribe, además podremos contemplar amplios abrevaderos
y una dilatada alberca natural de agua utilizada para saciar la sed de los ganados de la zona.
La continuidad de esta amplia pista transita por la vaguada del Arroyo de Valdegrallo, donde
sus luminosos prados acogen la tranquilidad y la despreocupación de una cabaña ganadera
que se alimenta y avitualla con abundante pasto, entrando en un páramo salpicado de varios
cercados de piedra, donde antiguamente, pastores y ganaderos, custodiaban a sus animales.
Iniciamos la bajada y el descenso hacia el río Duero en un recorrido cuyas vistas empiezan a
abrir todos nuestros sentidos, pudiendo apreciar la grandeza e inmensidad del río al mismo
tiempo que disfrutamos de los bellos y hermosos colores y tonalidades de las flores y entre la
exuberante riqueza primaveral escondida en los rincones mas insospechado de este paraje.
Nos gustaría sentirnos aun mas libres, tan libres como el sereno y relajado vuelo del alimoche
que surca majestuoso los cielos de este maravilloso paraíso sobrevolando las ruinas y los
restos de la vieja Aceña de la Escalada, engullida por las aguas de la Presa de Villalcampo.
Atrapados entre el encantador cauce del Duero, la senda continua adosada a unos abruptos
y ásperos roquedos entre cuevas y grutas naturales abrigadas con algunos muros de piedra.
No pasarán desapercibidos los encarnados y bermellones matices de las primeras amapolas,
así como el amoratado y violáceo maquillaje que decora el terreno de orgullosos cantuesos y
lavándulas, dando el toque de distinción a los brutales y salvajes acantilados del padre Duero.
Identificamos la desolación del poblado minero que habitaron los trabajadores de la minas de
estaño de Almaraz de Duero totalmente devoradas y consumidas por una espesa vegetación.
Un pequeño puente de madera nos ayuda a sortear el cauce de desagüe de las cascadas y
emplazarnos sobre una enorme baldosa de piedra para disfrutar de las reconfortantes vistas
y excepcionales panorámicas que nos brinda este colosal desfiladero y su gran obra maestra.
Nos acercamos a la base de la primera cascada por donde se desploma el agua del Arroyo
de los Molinos que de forma atronadora se desliza por la roca hasta la icónica poza o pila en
la que su luz natural y sus cristalinas aguas jugarán entre tonalidades azules, turquesas y esmeraldas.
Un poco mas arriba y parapetados por un muro rocoso, disfrutaremos de una nueva vivencia
tanto visual como sensorial, cuyo ángulo nos permitirá deleitarnos con la total contemplación
de su alargado manto de agua lleno de una señorial majestuosidad, terminando su desplome
en el precioso y profundo lecho acuático de este sensacional y extraordinario salto de agua.
Iniciamos la parte mas aventurera y ambiciosa de la ruta, subiendo por medio de la ayuda de
una pequeña cuerda a modo de barandilla y de unos escalones metálicos al nivel superior de
la cascada, aunque antes recorreremos unos 100 mts. de desdibujado sendero en dirección
este, alcanzando, sin solución de continuidad, un estratégico mirador natural de la garganta.
Volvemos hacia el torrente para consignar una nueva perspectiva de la cascada, ascendiendo
y girando hacia la izquierda para toparnos con un pequeño túnel rocoso, para seguidamente
alcanzar las paredes y la hermosa poza de la segunda Cascada de las Pilas, un espectacular
cuenco rocoso que conecta y comunica los dos asombrosos y deslumbrantes saltos de agua.
Conviene tener mucho cuidado y extremar todas las precauciones en este tramo del camino
y como no podemos atravesar el túnel rocoso por el abundante caudal, deberemos ascender
un pequeño repecho hasta la parte mas alta del farallón, obteniendo lindas vistas del Duero.
Despedimos este fascinante y mágico enclave, iniciando el regreso y remontando la ribera del
Arroyo de los Molinos, recreándonos entre sus pequeñas y fresquísimas chorreras mientras
prestamos atención a esa atenuada melodía que llega a los oídos como una bonita canción.
La loma del Asestadero nos cambia la dirección, emplazándonos hacia la lozana Vaguada de
los Valdedores, un agreste y luminoso paisaje donde se perpetúan e inmortalizan cuantiosos
apriscos y corrales de piedra, testigos de un pasado lleno de vida y tradiciones ancestrales.
Ascendemos el Alto de la Lagaña de 741 metros de altura, entreteniéndonos con una visión
panorámica del hermoso entorno arribeño rematado con los brillantes y refulgentes amarillos
del piorno y por una radiante, acogedora y agradable dehesa con suaves y frescas praderías.
En poco tiempo llegaremos al Alto de las Listas, una estrecha collada con abundantes pastos
y hierbas donde pulula y prolifera otro potente hatajo de reses vacunas en misión de nutrición.
El carácter y la variedad del camino se adapta en ágiles contorsiones en una alternancia que
nos lleva a divisar el áspero y adusto territorio que modelan las orillas y márgenes del Duero,
por otra parte y en el lado contrario, la sinuosidad del terreno marca un elaborado prototipo deimpresiones y señales sin deficiencias, promoviendo una equilibrada sensación de belleza.
Desde el Pago de Las Mayas descendemos hacia El Tencal, dejando una enorme explotación
ganadera entre cuantiosos paquetes de paja, introduciéndonos paulatinamente por el vallejo
del Arroyo de los Molinos y ofreciéndonos la esperada llegada al inicio de nuestra excursión.
El viejo palomar de Santa Cecilia emerge como una señal destacada del paisaje, oteando el
despunte de las primeras flores del los cerezos que con sus agradables fragancias escoltarán
nuestra entrada por las vetustas calles que conforman la arquitectura tradicional de Almaraz.
Aun nos da tiempo a saborear la tranquilidad de un paseo por un casco urbano caracterizado
por el uso de la piedra, el tapial y el enfoscado de barro con disposición de exiguas ventanas,
despidiéndonos entre la nobleza y la lealtad de este simpático perrito y el resuelto canturreo
de los gorriones, sumándose a la grandiosidad de su paisaje y a las vivencias de sus gentes.
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes.
Todas las fotografías de la ruta en: CASCADA DE LAS PILAS
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