CAMINANDO, AL VIAJERO LE BROTAN DE SUBITO ALAS EN EL ALMA Y DESCONOCIDOS MUNDOS EN EL MIRAR

jueves, 6 de junio de 2024

EL GRAN MEANDRO DEL DUERO

La localidad zamorana de Pinilla de Fermoselle, en pleno Parque Natural de los Arribes del Duero, nos propone un interesante itinerario para visitar la grandiosidad y el esplendor de un hermoso lugar conocido como el Gran Meandro del Duero, también conocido como el "Recodo de Fallas Malas". Es día 24 de mayo de 2024, comenzamos 👇👇👇

La pequeña iglesia de Nuestra Señora del Carrasco supone el inicio y el estreno de nuestros
pasos, encontrando el callejón en honor a Carmen Chicote, que con su centuria a la espalda
nos recuerda su noble y afectuoso cariño con todos los familiares y amigos de esta localidad.
Las indicaciones de la Senda del Duero (GR-14) bajan entre una vetusta fisonomía ancestral
de cuadras y corrales sumidos en el abandono, estableciendo una pequeña parada para ojear el itinerario a recorrer 👇👇👇

Nos sumergimos por una estrecho camino encajonado entre pequeños muros de piedras a la
sombra y umbría de algunas encinas, cuyo entorno se adorna con los primaverales matices
de chumberas y cardos marianos, los vigorosos y robustos colores de un sinfín de amapolas
y  las afectuosas y agradables tonalidades y fragancias que sueltan el ejército de dedaleras.
Esta bonita senda entre "cortinas" de piedra enlaza con el Camino de los Arrieros, que años
atrás fue testigo de numerosos intercambios y trueques entre la gente de España y Portugal,
traficando humildes productos como el tabaco, el café, la lana, el tocino y el jabón entre otros,
y jugándose la vida en peligrosos descensos al río para evitar a carabineros y "guardinhas". 
Estas primeras vistas del Duero las alcanzamos siguiendo una estrecha vereda flanqueada
por una exuberante vegetación de urces, árgomas y piornos que se asoman con vertiginosas
panorámicas al holgado brazo del río, empezando a perfilar y definir la sinuosa curva del agua.
Continuamos entre apretadas moles rocosas para empezar a cruzar y vadear las márgenes 
del vallejo por donde discurre el Arroyo de los Pilos, una placentera vaguada perfumada con
los aromas de cantuesos, lavandas y tomillos rodeados de infinitas e incalculables florecillas.
Aturdidos por este excelente y repentino esplendor primaveral, dedicamos unos minutos a la 
observación de algunos insectos en la dura tarea de la polinización, admirando también los
espectaculares brillos y contraluces que a cada paso van surgiendo con insuperable belleza. 
El itinerario se va convirtiendo en diversos emplazamientos y atalayas para divisar el Duero,
apareciendo cada poco tiempo pequeñas rocas y escarpes para intentar disfrutar de la mejor perspectiva.
Seguimos transitando un inmenso jardín con grandes encinas y enebros que por fin nos van 
a canalizar para conseguir el encuadre y el armazón impecable del Gran Meandro del Duero.
Desgranamos este extraordinario balcón natural que divisa el imponente y sinuoso meandro,
abrazando de manera tranquila y sosegada la portuguesa extremidad rocosa del Rechano de
unos 580 metros de altura y lanzando nuestro objetivo hasta el abrupto entorno de los Picaos
dos Arteiros, prosiguiendo con la mirada las apacibles aguas del Duero como si estuviéramos
a bordo de una embarcación surcando el dilatado serpenteo de esta majestuosa corriente.
El solemne y señorial meandro finaliza con una doble curva entre un sensacional desfiladero
formado por las laderas portuguesas de "Corso" y "Resinais" y las españolas de "Baracinas".
Solamente queda admirar su agreste y salvaje entorno y estremecernos entre la descomunal soledad del paraje.
Iniciamos el regreso desandando lo andado y con las vistas puestas en Pinilla de Fermoselle
mientras vamos impregnándonos del aroma dulzón de las jaras que crecen y progresan junto
a los escuálidos restos de algunos árboles que fueron devorados en el incendio de 2017.
Nuestro paseo escudriña en lontananza las ruinas y los vestigios de viejos corrales y apriscos
y otea también un par de refugios y chiviteros de piedra para resguardar al ganado caprino.
Los incipientes arroyos que cruzamos dibujan el fulgor y los destellos de varios ranúnculos
acuáticos y sus entornos reflejan el esplendor y la luminosidad de un espacio lleno de vida. 
Algunos tramos de la vereda nos van entreteniendo con enormes "tallados" graníticos que 
brotan entre un batallón de escobas y retamas y cuya frondosidad y espesura apenas dejan
entrever y vislumbrar la enérgica aspereza y la desenfrenada vertiginosidad hacia el Duero.
Este sublime contorno de Arribes Zamoranos vuelve a mostrar una encantadora pasarela de
bellezas naturales, siguiendo el suave y armonioso ascenso entre un monumental catálogo 
de decorados que nos irán empapando con nuevas sensaciones visuales, aromáticas y sin
apenas imperfecciones, creando tramos de gran expectación y un prolongado placer en la caminata.
Entre el piar de los pájaros y el run-run de las abejas, concluimos entre olivares y aceitunos,
alcanzando nuevamente la típica y vetusta arquitectura tradicional de Pinilla de Fermoselle,
un compendio de la manifestación mas genuina de la vida ganadera y campesina de la zona.
Viviendas, cuadras, corrales y colgadizos están sustentados por el profuso granito de la zona 
engarzándose entre ordenados muretes de piedra de fincas y haciendas que nos van llevar
hasta la explanada donde se sitúa el Mirador de la Peña del Cura, un lugar donde podremos 
obtener información detallada de la fauna y de la flora que bulle y pulula en los alrededores.
Aunque no se divisa mucho Duero, se cuenta que el cura de Pinilla se sentaba a contemplar
el correr del agua del río y a disfrutar y gozar del pintoresco y privilegiado Olivar del Fenoyal.
Regresamos al pueblo entre fértiles huertos y numerosos olivos hasta dar con el desusado
Potro de Herrar, una estructura para sujetar animales y facilitar su herrado y sus cuidados.
En esta misma plazoleta vamos a encontrar una bomba manual para sacar agua del pozo y
en la parte alta de la localidad nos tropezamos con varios techados para el carro y la leña, así
como amplias mamposterías de granito, cuadras para el ganado y patios donde picotean las gallinas.
Desde las antigüas escuelas del pueblo y junto a las eras, parte un camino en busca de las
restructuradas y remodeladas Fuentes del Carbayo, entre pilas de piedra donde bebía el ganado
y donde podremos refrescarnos y atemperar el calor accionando la bomba manual del pozo.
Un poco mas adelante y en ligera ascensión hallamos la Cruz de la Bortonosa, un crucero de
forja que nos ayudará a orientarnos para descubrir el Bolo Granítico del Buho y alcanzar los
alrededores de la Ermita de San Miguel, situada en una bella colina en lo mas alto del pueblo.
Desde su estilizado campanil con trazas de un románico tardío, despedimos esta excelente
aventura a través de una excepcional panorámica de los Arribes Zamoranos  que nos han
conducido por la grandiosidad de sus paisajes y los amplios horizontes dibujados en ellos.
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes.
Toda la ruta en fotos: MEANDRO DEL DUERO


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