CAMINANDO, AL VIAJERO LE BROTAN DE SUBITO ALAS EN EL ALMA Y DESCONOCIDOS MUNDOS EN EL MIRAR

domingo, 30 de junio de 2024

SENDERO DE RIOCONEJOS

Caminar es una de las actividades mas sanas que existen y los caminos fueros creados para acercar pequeños pueblos. Nuestra propuesta del día 3 de junio de 2024 se acerca a dos pequeñas localidades zamoranas para disfrutar de su maravillosa arquitectura popular, sus veredas junto al río, sus bosques y sus praderas. Comenzamos 👇👇👇

La estupenda comarca de Sanabria nos brinda la oportunidad de alcanzar el pequeño pueblo
de Anta de Rioconejos, donde preparamos todo lo necesario para empezar la ruta 👇👇👇

Perteneciente al término municipal de Rosinos de Requejada, esta bella localidad se empeña
en destapar los formidables resquicios de un pasado no muy lejano en el que parece haberse
detenido el tiempo, mostrándonos una decadencia galopante y una agonía bastante notable.
La arquitectura tradicional sanabresa está llena de detalles y particularidades, con vetustos
buzones y hornacinas y numerosos hornos para cocer el alimento básico de sus paisanos, el pan.
Desde la Calle de la Tendera hemos alcanzado su Calle Mayor, entrando entre una hermosa
egolatría y relevancia de un suculento patrimonio arquitectónico que refleja y manifiesta todos
los estándares y estereotipos de como era la vida antaño y su gran sintonía con el entorno.
Abandonamos el pueblo entre cuadras, establos y pajares y entre los deliciosos rincones que
rezuman gratos aromas y elegantes tonalidades, tomando hacia el este un camino asfaltado
repleto de una exuberante vegetación y conduciéndonos hasta las inmediaciones de la iglesia.
Solitaria en medio del robledal aparece la Iglesia Parroquial Cristo de la Vera Cruz, un sobrio
edificio restaurado en 1950 por Don Jesús Martino, hijo de este pueblo y residente en Ciudad 
Juárez (México), pudiendo ascender y trepar entre estrechas escaleras hasta su campanario.
El itinerario nos sumerge por un frondoso bosque de robles que nos va a resguardar del calor
que empieza a depararnos el día, además, nuestra compañía se amplía y se incremente con este sumiso mastín.
La brillantez de las hojas del "carballo" son la garantía y el aval para seguir una bonita senda
que va cruzando algunos claros de la arboleda y que en sus márgenes vamos a poder gozar
con una exhaustiva y completa pasarela decorada de infinitos matices y colores, al tiempo que
vamos inhalando y respirando un absoluto inventario con infinidad de perfumes y fragancias.
Este amable camino y su verde y abundante arbolado termina en la carretera ZA-125 junto a
las primeras viviendas del pueblo de Rioconejos, perteneciente a la localidad de Asturianos.
Casas de dos plantas con ganado en la parte baja, usaban su calor para calentar y caldear la
parte de arriba donde vivía la familia, cuadras y pequeños apriscos en fuerte estado de ruina
nos emplazan en un bucólico lugar rodeado de verdes praderías y frescos pastizales donde
la mayor parte del ganado vacuno se alimenta y sestea entre un grato y placentero sosiego.
Abordamos el idílico rincón donde se sitúa el pequeño y atractivo pontón sobre el Río Sapo,
un fantástico paraje y un fabuloso emplazamiento para hacer un alto en el camino mientras
disfrutamos de sus atenuados sonidos entre un poderoso ambiente de relax y tranquilidad.
Regresamos al pueblo entre rústicos y toscos elementos de cierre, adaptados y armonizados
a sus construcciones tradicionales revestidas con muros de granito, paredes de cuarcitas y
techos de pizarras, materiales utilizados totalmente sostenibles y respetuosos con el entorno.
Entre la belleza y el deterioro existente, también aparecen las maderas de robles, castaños y
chopos, alternándose en galerías, puertas y ventanas, así como acopio para calentarse en los fríos inviernos.
La soledad, la devastación y el aislamiento recorren las callejuelas del pueblo, alcanzando un
poco mas arriba la Iglesia y Parroquia Católica de Santiago Apóstol, un modesto templo con 
altiva espadaña en la que una estrecha y empinada escalera de caracol subirá al campanario
para poder otear y disfrutar de las impresionantes vistas de la cercana Sierra de la Cabrera.
Terminamos el paseo por este asombroso museo etnográfico al aire libre, buscando la salida
entre las huellas y señales de paso de un sinfín de anónimos ganaderos, labradores y arrieros
que utilizaron estos maravillosos caminos y que ahora podemos disfrutar y disponer de ellos.
Tras el retrato urbano de esta bella localidad, nos sumergimos en las cristalinas aguas del río
Sapo, una agradable y acogedora corriente que va a ir dibujando a su paso parajes con una
incomparable y magnífica belleza entre  perfectas reseñas de una rica variedad de especies
acuíferas y vegetales y engendrando impecables rincones para saborear una primorosa naturaleza.
Nos sentimos muy felices de tener el honor de un deslumbrante paseo por estas praderías
que a nuestro avance se van conjugando con pequeñas parcelas de cultivos y labranzas y en
cuyos aledaños se muestran las sonrisas y los ademanes de un reluciente inventario de color.
Tropezamos con idílicas y encantadoras pozas de agua que transpiran pureza y virginidad,
continuando por un prodigioso pasillo acuático totalmente protegidos entre su sedosa umbría
y proporcionándonos delicados remansos en los que poder aplacar y atenuar el calor del día.
En nuestro peculiar paseo por estos pastizales se suman los colores de hiniestas y piornos, 
delineando un fuerte contraste y un sólida disparidad que nos hace vibrar y estremecernos.
Chopos, fresnos y alisos muestran sus credenciales para formar un equipo contundente con
los robles y castaños que dominan este solemne y señorial paseo fluvial atestado y henchido
de miles y miles de reflejos y reverberaciones y donde volvemos a sentir la sensible bonanza
de un espacio en el que tiene lugar el desarrollo de la vida entre una armoniosa esencia natural.
La densa y frondosa vegetación hace virar nuestros pasos hacia el oeste en busca de nuevos
derroteros que nos vayan encauzando y aproximando hacia las cordiales y adorables riberas
del río Negro, donde tiene lugar el profundo beso de despedida de las aguas del río Sapo.
Comenzamos a remontar la fría y oscura corriente del río Negro por su margen izquierda, por
un camino mas amplio y despejado en el que dejaremos a un lado el acusado contraste entre
las luces y las sombras de un pequeño ejército de pinos, cuyo aliento y exhalación nos harán
sucumbir entre inéditos perfumes y renovadas fragancias en este bello intervalo del itinerario.
Por si fueran pocos los atractivos de la ruta, irrumpe ante nuestros ojos un desfile familiar de
lepidópteros de tremenda belleza, reconociendo alguna "Papilionidae" parecida a la "Macaón"
la "Erebia palarica" de la familia de los ninfálidos y la incansable y laboriosa "Issoria Lathonia".
El cuerpo nos sigue pidiendo excursión, vagabundeo y escrutinio del territorio, asomándonos
de vez en cuando a deleitarnos entre las orillas del río, cuyo ritmo y cadencia se apacigua en
algunos tramos para agitarse e inquietarse en otros bajo la luminosidad de este hermoso día.
Seguimos buscando ambiciosos parajes, alcanzando los prolegómenos de un largo pastizal
guardado y custodiado por otro disciplinado mastín, anunciándonos la entrada a un distrito en
el que un abundante rebaño de cabras se alimenta entre la paz y armonía que destila el lugar.
Tomamos aire para seguir desvelando el umbral de la maravillosa vega del río Negro entre la
caricia del verde, tomando por último una leve desviación por un apretado camino vallado de
piedras en el que un precioso lagarto verdinegro se suma al protagonismo de nuestro derrotero.
Contactamos de nuevo con la piedra, la madera y la pizarra sanabresa, terminando el bello
y genuino paseo en el lugar de inicio, Anta de Rioconejos, entre su dramático y teatral deleite
arquitectónico, visitando las calles que no vimos esta mañana y atestiguando y corroborando 
el placer que supone el viaje por estos viejos pueblos. Tejados arriba y tapiales adentro van
conformando un admirable universo de pétreas fachadas con solanas y galerías de madera,
aunque sino se remedia, el yugo constante de la despoblación irá invadiendo y robando unos
pueblos en los que la tranquilidad, la serenidad y el sosiego conjugarán la triste melancolía de su belleza.
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes.
Todas las fotos del reportaje en: SENDERO DE RIOCONEJOS 
Y muy cerca el pueblo: OTERO DE SANABRIA

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