La Iglesia en honor a Martín Obispo de la localidad de San Martín del Pimpollar es el inicio de
nuestros pasos y el lugar para consignar nuestro GPS con las siguientes referencias 👇👇
los numerosos corrales, cuadras y apriscos construidos con una robusta arquitectura popular,
bajando decididos hasta las inmediaciones y proximidades de la Garganta del Río Arenillas
para escuchar la estruendosa sonoridad de su potente caudal desde las viejas piedras del
Puente del Arrovalle, integrado con asombrosa naturalidad en este soberbio y colosal entorno.
Tomamos una pista ascendente que se dirige en dirección sur hacia la zona conocida como
las Cerradas del Molino, dejándonos unas formidables imágenes de San Martín del Pimpollar.
El agradable camino empieza a enseñarnos las nieves que asoman en lo alto del valle, por el
contrario y en las laderas de solana, van apareciendo algunas tenadas y refugios ganaderos.
Todos nuestros sentidos se empeñan en conocer y comprender este fabuloso reducto de paz
que vive a la sombra del todopoderoso Circo de Gredos, aunque la prodigiosa Garganta del
Río del Pinar no deja de sorprendernos con la gracia y gallardía de sus primeros estímulos.
Retomamos la amplia vereda por las intensas huellas que deja el tránsito de la trashumancia,
cuyas cañadas y cordeles surcan el territorio llenándolo de un sinfín de cicatrices insertadas
en verdes prados y pastizales y escuchando los suaves rumores y los dulces susurros del río.
Una vez abandonados los Prados de Pascual García y a la altura del Cerro Gordo, llegan los
ecos y los primeros incentivos de la Cascada del Chorro, una admirable adaptación por una
agreste orografía que nos conducirá por un intrincado vericueto hasta las hermosas entrañas
de este portentoso salto de agua, mostrando la elegante ostentación y asombrosa habilidad
para hacernos sabedores de su reconfortante sonido y de sus mágicas y seductoras vistas.
Estas abruptas y montuosas gargantas son capaces de originar soberbios y colosales parajes
que nos dejan con la boca abierta, mas aun después de un largo periodo de lluvias y nieves,
revelando y enseñando toda su vigorosa energía y alcanzando su máximo lustre y esplendor.
Volvemos al camino para continuar paralelos junto a este singular escenario fluvial rebosante
de voluptuosas aguas y gratificante alborozo, intentando irrigar y rociar todas sus márgenes
para tonificar y revitalizar los luminosos seles y praderías que se extienden por estos valles.
Las nieves de la cercana Sierra del Arenal crean la escenografía y el decorado prefecto para
atravesar las alborotadas y juguetonas aguas del desfiladero por el Puente de Las Cepedas,
continuando nuestra tranquila caminata entre las relajantes y encantadoras vistas de la sierra.
Las cumbres del Puerto del Arenal son nuestra orientación y referencia para seguir nuestro
itinerario, alcanzando el Pago de los Trampales entre las Fuente de la Leche y de La Sabina
donde surgen complicaciones y obstáculos para franquear las crecida de arroyos y regueras.
Solventados los problemas, nos dirigimos hasta los pradales de El Cierro, encontrando unos
buenos poyos de piedra para desplegar un gustoso tentempié, descansar y recuperar fuerzas.
Encaminamos nuestros impulsos sin parar de ascender, dejando a retaguardia un tranquilo y
reposado paisaje de suaves herbazales entre el fondo montañoso de la Sierra de la Paramera
y de la cumbre de La Serrota, que con sus 2292 m. asoma como buque insignia del cordal.
Numerosas "escobas", retamas e hiniestas aparecen en las inmediaciones de la Cañada de
Prado Real, jalonada por el cercano y afilado perfil del Torozo de 2022 metros de altitud, así
como los Collados y Riscos de Las Morillas, guardianes y centinelas del Puerto del Arenal.
Devorados y engullidos entre la nieve, el pinar y el piornal, accedemos al tramo del sendero
GR-10, un cordel que une la localidad abulense de Piedrahita con el Puerto del Pico, llegando
hasta el cruce de caminos de la Cruz de Piedra y la cota de mayor altura de todo el recorrido.
Dejando una valla de piedra a nuestra izquierda comenzamos un descenso paulatino hacia el
Valle de Navarenas, en cuya cabecera surgen los suaves contornos y siluetas desde el Canto
Cochino hasta el Collado y Puerto de Cabrilla con un generoso y espléndido manto de nieve.
Numerosos charcos y barrizales nos acompañan en esta despejada bajada, permitiéndonos
observar y escrutar las distinguidas campanillas que florecen en estos venteados territorios.
Seguimos avanzando a media ladera hacia el noroeste por una zona abierta y con magníficas
panorámicas de este hermoso valle, intentando acariciar la tierra desde los ojos y atisbando
en lontananza la lozanía de seles y pastizales que rodean la Finca Ganadera de Navarenas.
Despojados de prisas y urgencias, accedemos a la zona conocida como "Los Prados" para ir
sintiendo y apreciando la magia y la fascinación de estos arroyos de montaña, provocando
esa placentera sensación de "fluviofelicidad" mientras te dejas llevar por la corriente del río.
Desde el puente echamos una última mirada al excepcional y prodigioso entorno de Gredos,
reanudando la marcha por una laboriosa subida con alto desorden granítico y áspero piornal,
en la que podemos escuchar y atender la hermosa armonía musical que exhibe el riachuelo.
Con un sol casi radiante prolongamos nuestros pasos por la zona de "La Fábrica", que busca
con ahínco la bajada y el serpenteo del río Arenillas hacia "Los Malagones" y la "Cerrada de
los Estiles", oteando a la izquierda y por encima de la carretera la finca ecuestre el Borbollón.
Después de cruzar, no sin dificultades, la anegada vaguada de algunos arroyos y regatos, nos
vamos decididos a buscar, sin ningún tipo de contemplación, el Alto y Collado del Espinoso,
un fantástico lugar de verdes praderías circunvaladas por los agradables bálsamos del pinar.
El descenso junto al Arroyo Espinoso nos plantea el enésimo impedimento e inconveniente
para continuar nuestra ruta, un trazado que muestra también la alegría del Prado del Berraco
y los enormes conglomerados de piedra del Cerro del Molinillo, dando paso a la bajada hacia
las orillas ribereñas para alcanzar con rapidez al casco urbano de San Martín del Pimpollar.
El Pontón da paso a las aguas del río Arenillas, afluente del Alberche y llena la regadera y caz
que alimenta el antiguo molino situado río abajo en la margen izquierda, cuya regadera fue utilizada como lavadero.
Queda estampado e impreso nuestro retrato por estas tierras, poniendo el broche final con un
paseo por la magnífica arquitectura rural del pueblo, cuyos edificios fueron diseñados para
cubrir necesidades que poco tienen que ver con las actuales y si con las de su medio natural.
La ganadería y agricultura tradicional de la zona hacen que emergieran un sinfín de corrales,
cuadras, establos, pocilgas y pajares, unos usos típicos que se han mantenido intactos hasta
hace poco días, dejando el bello y poderoso legado de estas construcciones y asentamientos.
Terminamos entre los sencillos y discretos detalles de un viaje que nos regaló experiencias
apasionadas que perdurarán en nuestros recuerdos de unas vivencias prestadas para soñar.
Todas las fotografías de la ruta en: CHORRERAS DE SAN MARTÍN
Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminantes.