El río Rudrón es uno de los principales afluentes burgaleses del Ebro, nace en el Valle de Valdelucio y va perfilando un profundo cañón hasta su desembocadura en Valdeteja. En este viaje vamos a visitar sus páramos y sus riberas, inmersas en el Espacio Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón. Es día 26 de septiembre y este es el relato de nuestra aventura. Pincha en "play" para acompañarnos de buena música.
Comenzamos a caminar en la pequeña localidad de Hoyos del Tozo, junto a su iglesia románica de la Santa Cruz emplazada bajo enormes acantilados rocosos.
Un agradable paseo por el pueblo nos muestra su bonita arquitectura popular y nos contagia una serena y tranquilizadora paz rural.
Nada mas abandonar Hoyos del Tozo y escondida en un rincón junto a la roca, encontramos la pequeña y tímida Cascada de la Coladera
Después de este magnífico comienzo repasamos el mapa y los datos del itinerario en: ALTO RUDRÓN
Ascendemos rápidamente entre las sombras de los cortados
descubriendo un maravilloso mundo de colores entre sus penumbras,
además de sorprendernos con toda la gama de tonalidades y aspectos
que nos brinda este principio de otoño.
Con el sol cogiendo fuerza y en la parte alta del páramo, seguimos paso firme
entre los ecos del suave "tintineo" de un enorme y desperdigado rebaño de ovejas en las laderas de nuestra espalda.
La altura nos da una visión privilegiada del entorno
por un tramo de camino áspero y aburrido,
que en muy poco tiempo se convierte en alegre y divertido.
La luminosidad y la claridad del cultivo de girasol secuestra nuestras emociones
alcanzando la cueva de La Curacada, un extraordinario arco natural labrado en el enorme cortado.
Seguimos llaneando con una tranquila y ágil charla
por una zona de carrasca y encina
disfrutando de todos los matices que nos presenta y enseña el paisaje,
y donde el refranero popular "verano que dura, otoño asegura", nos confirma las gratas temperaturas de estos días.
El paraje de Las Viñas nos muestra toda la parte alta del tajo donde va clavado el Rudrón
y destapa la magnífica y soberbia meseta que se extiende por sus inmediaciones.
La senda se ha convertido en una amplia pista
que discurre bajo las hermosas laderas del Pico Águila
y donde encontramos el pueblo abandonado de Ceniceros.
Sin el panel de información, se corre el riesgo de pasar de largo de Ceniceros, un mundo de zarzas y vestigios de piedra que la abundante maleza se empeña en hacer desaparecer
y en el que posamos para divisar la espeluznante soledad y escuchar el tremendo silencio de este rincón burgalés.
Un par de kilómetros mas adelante divisamos el pueblo de San Andrés de Montearados,
enclavado en la parte alta del valle y cercado por gratificantes laderas parameras y el color del girasol.
Alcea rosea, también conocida como malva real, nos ofrece sus saludos a la entrada de San Andrés,
a través de una curiosa y esmerada arquitectura rural,
entrando de lleno por sus callejuelas
y admirando sus espléndidas construcciones.
El paseo por el pueblo es un encuentro con el pasado,
un juego para el hallazgo de hermosos rincones
que va desgajando pequeños oasis de sugestión etnográfica,
culminando en lo mas alto, en la Iglesia Parroquial de San Andres.
Moradores en su pequeño atrio, nos damos un respiro para el descanso
y la calma para admirar la luminosidad que desprende el templo.
El aroma de plantas y flores
se extiende entre nuestros pasos
con detalles únicos y exclusivos
bajando hasta la fuente cercana donde brota un agua fresca y cristalina.
Abandonamos San Andrés de Montearados descendiendo por la estrecha carretera,
hundiéndonos entre los gigantes calizos que escoltan el Arroyo Celadilla
y acercándonos entre el robledal
hasta las inmediaciones del río Rudrón.
A partir de aquí seguimos la ruta por el Alto Rudrón, caminando río arriba por el fondo del cañón
entre una vegetación frondosa y exuberante
y encajonados entre los altos paredones que abrigan el curso del río.
Rastreamos y exploramos los lugares mas hermosos del Rudrón
iluminados por un agudo y penetrante sol que va embelleciendo cada paso que damos
hasta llegar al Molino Rasgabragas, (curioso nombre).
Seguimos navegando entre alisos, chopos, encinas y fresnos
entre un apabullante verdor lleno de frescura
y con maravillosos saltos de agua que alegran y hacen la delicia de nuestros ojos.
Cobijados entre las sombras de enormes árboles,
el señalizado y estrecho sendero,
sigue la orilla acompañada del río,
y como el calor aprieta, decidimos probar un relajante y gélido baño en el seno de sus aguas.
Los meandros del Rudrón van dibujando una agreste garganta
con tramos abruptos y escarpados
que esconden pequeñas cascadas de enorme belleza
escupidas desde la gran surgencia de La Fuentona.
El estrechamiento de la senda no ofrece dificultad alguna,
excepto en un tramo que nos tenemos que ayudar de cuerda-pasamanos para descender
hasta la corriente del río.
Seguimos el camino disfrutando del bello paisaje acompañados por los lejanos sonidos de alguna cascada imposible de avistar,
rodeados por una naturaleza salvaje que ha sido trabajada por millones de años
entre cárcavas, riscos
y gigantescas paredes verticales que nos convierten en insignificantes criaturas
ante un panorama de desmesurado y desproporcionado nivel.
El río Rudrón y el Camino del Molino
nos trasladan hasta una amplia y bonita vega cerealista,
bajo el planeo y vuelo constante del buitre leonado
y con el perfume y aroma de la paja segada en los meses de verano.
Finalizamos la ruta llegando a Hoyos del Tozo, volviendo a recorrer sus solitarios soportales
y su aislado, tranquilo, bello y escultural núcleo urbano.
Con la sencillez de su iglesia, terminamos esta aventura por el entorno del Alto Rudrón, uno de los pocos tramos fluviales vírgenes que van quedando en la península y en concreto en la provincia de Burgos.
Saludos de "COMANDO SENDERISTA" a tod@s caminates.
Hasta una nueva aventura.
ÁLBUM DE FOTOS: ALTO RUDRÓN
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