El Rollo Jurisdiccional o Picota situado en la Plaza Mayor de Caracena es el lugar ideal para iniciar nuestros pasos, donde además podremos visitar su techado lavadero
y escuchar el solemne y ceremonioso susurro del caño de agua de su fuente.
Junto con el Rollo, el otro símbolo de la justicia en la villa era La Cárcel, un robusto edificio con gruesas paredes donde se encerraban a los penados.
Subimos por la Calle de San Pedro con la sensación de que el tiempo se ha detenido y el silencio es nuestro aliado,
alcanzando el siglo XII entre los arcos y capiteles de la Iglesia de San Pedro.
Nosotros vamos a realizar el itinerario marcado en azul (difícil), proponiendo un circuito marcado en rojo para los senderistas menos avezados y cuyos datos podeis analizarlos en: CAÑÓN DEL CARACENA
La nubosidad no nos deja contemplar con todo su esplendor el hermoso Valle del Caracena,
aun así, seguimos ascendiendo suavemente por la loma que separa el Barranco de los Pilones a nuestra izquierda y el Barranco de las Gargantas a nuestra derecha
para tomar la fortaleza del siglo XV que tuvo un papel relevante en los enfrentamientos entre los Reyes Católicos y el Señor de la Villa, Juan de Tovar.
La portentosa y bellísima estampa del Castillo nos muestra su nostalgia y melancolía
y tras reconocer y comprobar todos sus aledaños continuamos con nuestro viaje.
Antes de llegar a la parte alta del páramo nos sumergimos hacia el Barranco de los Pilones, comenzando el rosario de subidas y bajadas y la letanía de quejas y lamentos.
Se va creando una poderosa "puesta en escena" que refuerza el buen gusto
y alcanza toda la llanura soriana por donde de desliza y galopa la corriente del Duero,
además de percibir unas magníficas panorámicas del CASTILLO DE CARACENA.
La aridez del paisaje nos obliga a buscar la belleza con ansia y apasionamiento,
terminando este tobogán y periplo campestre en la cota 1213 metros del Cerro del Medio
que avista el espectacular y espléndido Cañón del Caracena.
Nos toca actuar en la parte mas dura de la ruta con un descenso muy evidente y pronunciado
en el que debemos extremar todas las precauciones y cuidados por un terreno lleno de espinos y muy resbaladizo por las piedras sueltas
y que finalmente se apacigua y se modera después de otra buena serie y ristra de improperios.
Como colofón a este desatino, toca remangarnos y descalzarnos para vadear el abundante caudal del Río Caracena en las inmediaciones de la Fuente La Tejilla.
Asentados definitivamente en el interior del cañón, nos vamos abriendo paso entre los bonitos colores de la caliza,
caminando con enorme tranquilidad junto a la abundante vegetación de sus riberas
y cuyo corriente va apareciendo y escondiéndose de manera variable y alternativa.
El agradable paseo hace sentirnos embriagados por las fragancias de tomillos y lavandas
que esparcen sus aromas y olores por esta naturaleza que aun permanece inalterable.
Continuamos con el ánimo adecuado por el precioso y estrecho sendero
por el que van brotando y emergiendo numerosas pozas de aguas cristalinas,
germinando alrededor de ellas un enorme catálogo de bellezones
que con sus hermosas tonalidades adornan y aderezan esta magnífica travesía.
Las nubes inician su retirada y el sol va iluminando de manera paulatina los altos cortados de piedra,
afrontando a partir de ahora el tramo mas abierto y menos abrupto del desfiladero.
El alargado perfil de la chopera trata de conducirnos y encauzarnos
entre los restos y vestigios de diferentes construcciones y antigüos molinos
ataviados y revestidos por una espesa y reluciente vegetación empoderada
en un enigmático territorio recorrido por un silencio sepulcral.
Experimentamos un gran placer transitando este maravilloso jardín escondido,
escoltados por estos espectaculares y sensacionales gigantes calizos
que contrastan y confrontan con las verdes tonalidades de los prados aledaños.
La senda se ha convertido en un amplio camino que empieza a atravesar
un lugar domesticado y fértil regado y empapado por las aguas del Caracena,
apareciendo numerosas fincas sembradas de trigos y cebadas.
Las suaves y redondeadas colinas de Las Benitas y El Mirón
acogen la imagen de "Los Arrenes" con nuestra llegada al pueblo de Tarancueña.
Toca desandar lo andado para ir obteniendo una nueva impresión del paisaje
y sentir un nuevo regocijo visual a través de las diferentes postales que nos presenta.
Seguimos caminando en compañía de una soledad bestial, cruel e inhumana
rodeados por los altos barrancos que delimitan esta prodigiosa garganta
para ir bajando en busca de las frescas y llamativas riveras del río.Brilla la primavera sobre nuestro tenaz avance entre las calizas pigmentadas de colores
que se alternan entre los altos farallones rocosos vestidos por el azul trasparente del cielo,
continuando nuestro ritmo y nuestra marcha encajonados y embutidos entre estos colosos.
La desnudez de estos suelos se tapiza con una gran cantidad de florecillas
que marcan y motean con sus tonalidades la austeridad y el rigor de estas sólidas tierras.
Tras varias curvas y meandros del desfiladero
volvemos a vadear el río por una hilada de piedras que facilitan el paso a la otra orilla,
quedando el Caracena a nuestra derecha e incitándonos a un buen "chapuzón".
La brisa va acariciando la exuberante vegetación y nos acerca los aromas del campo
que conversan y se enredan entre los altivos y arrogantes roques graníticos
por los que algún corzo despistado utiliza para huir y escabullirse de nuestra presencia.
Llegamos a la zona de Los Tolmos, unos cerros calizos que llevan varios siglos resistiendo la erosión,
acercándonos para cruzar de nuevo al río para dejarlo otra vez a nuestra izquierda.
Alguna nube distraída se cuela en este magestuoso escenario de la naturaleza
que nos obliga a superar un tramo de escalones cincelados y esculpidos en la roca
junto a otro hermoso y atractivo remanso de este soberbio Caracena.
El terreno se vuelve mas abrupto e infranqueable y circulamos con la sensación de sabernos protegidos
entre la infinidad de oquedades y los grandiosos riscos de piedra que se alzan de manera majestuosa.
Tras superar una zona rocosa, dejamos constancia de nuestro paso por uno de los lugares mas emblemáticos de la ruta,que es ni mas ni menos su petrificado arco natural, un conmovedor puente de piedra
y paraíso de los que nos gusta la noble y generosa actividad de la fotografía.
Abandonamos esta placentera letanía en piedra
para volver al robusto y vigoroso escenario calcáreo
que seguidamente nos propone un nuevo paso junto a la orilla del río bajo la verticalidad de la roca.
Flores que dan un toque de galantería a la pequeña pradera
que desfila por este asombroso y sorprendente callejón
logrando alcanzar el apreciado y ameno soto ribereño
desde el que divisamos la cercana Iglesia románica de Santa María de Caracena.
Con los ojos cansados de hacer frente al viento nos refrescamos con el relente del río
y disfrutamos de un idílico rincón escondido entre la espesura del bosque.
Solamente nos queda un suave repecho por el cauce seco del Arroyo de los Pilones
que tras varias e intensas revueltas y recovecos
alcanza las ruinas recorridas por un demoledor silencio que nos da la bienvenida
y nos zambulle en la belleza de una despoblación arraigada con fuerza.
En la parte mas baja de Caracena se dispone de un ajado Fortín del siglo XII cuya posición estratégica permite la vigilancia y el control defensivo del valle
y un poco mas abajo aparece el Puente de Cantos, otra reliquia medieval construida en mampostería con un perfecto arco de medio punto.
Este encantador pueblo nos sigue dejando un intenso viaje por el medievo con su original Iglesia de Santa María
cuya torre se armoniza con una portada de media herradura y dos ventanas con celosías.
Sus calles tranquilas y apagadas nos van proporcionando gratas sorpresas
hasta llegar a su magnífica Plaza Mayor en la que destaca su emblemática Picota usada hasta el siglo XVIII como lugar de azote y ejecución.
La evocadora Calle de San Pedro nos atrapa con el palpitar de sus preciosos rescoldos
y nos acarrea hasta la Iglesia de San Pedro, la mas afamada del románico soriano
colmada de un sinfín de canecillos que lucen bajo sus aleros.
Accedemos a su maravillosa galería porticada que es lo mas destacable del templo
comprendiendo un gran arco de entrada sobre haces de cuatro columnas, uno de ellos con los fustes torsionados.
Nos quedamos embelesados y hechizados entre las muestras descomunales de arte y talento que atesora
y estupefactos con el rico repertorio de animales fantásticos, luchas de caballeros, caza de animales y una larga simbología representada en sus capiteles.
Abandonamos esta "patria del olvido" llamada CARACENA con esta excelente y sublime joya del siglo XII
entre la clara impresión de paz y tranquilidad que destilan sus solitarias calles
y siguiendo los susurros del río que se ahogaran en la prolongada corriente del Duero.
A las afueras visitamos los Portalejos en los que se desarrollaban los banquetes
de las antigüas fiestas y romerías los días de mucha lluvia,
siendo un edificio auxiliar de la Ermita de Nuestra Señora del Monte.
Nos vamos a pasar la tarde a SAN ESTEBAN DE GORMAZ. Saludos de COMANDO SENDERISTA a tod@s caminates.
GALERÍA FOTOGRÁFICA: CAÑÓN DEL CARACENA y Facebook: CAÑÓN DEL CARACENA
Cuanta riqueza natural y patrimonial atesora Castilla y León y mucha de ella desconocida.
ResponderEliminarGracias por compartir tan bellos rincones de nuestro país.
Saludos Ángel Rodríguez, tienes mucha razón, la villa de Caracena y su entorno se convierten en un magnífico y estimulante viaje que nos sumerge en plena época medieval y nos regala un paisaje de ensueño. Muchas gracias por tu comentario y valoración, esperando que continúes a seguir todos nuestros pasos. Saludos cordiales.
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